El 26 de junio, Día Internacional de los Bosques Tropicales, nos brinda una oportunidad para reflexionar sobre la situación crítica de nuestros bosques, si bien se habla mucho sobre la desaparición de estos, existe una catástrofe mucho más próxima: el «punto de no retorno».
En este escenario, los bosques podrían dejar de funcionar y dejar de brindar a la Tierra los servicios ecosistémicos necesarios para que la vida sea posible, tanto para los seres humanos como para el resto de las especies que la habitan.
Degradación y deforestación, ¿Cuál es la diferencia?
Cuando hablamos de deforestación, nos referimos a la destrucción de grandes áreas de bosque. A los claros que se ven desde el aire, huecos sobre el dosel del bosque ya sea por minería, agricultura, o apertura de carretas. Se arrasa con todo a su paso y, luego, mayormente se quema y limpia el suelo para su nuevo uso.
Por otro lado, la degradación es mucho más silenciosa y difícil de identificar desde vista aérea o imágenes satelitales. La degradación se da, cuando los pilares del ecosistema desaparecen. Por ejemplo, la tala selectiva de grandes árboles como el Shihuahuaco causa degradación, pues sin estos, el ecosistema no es capaz de sostenerse. A pesar de no destruir grandes áreas de bosque, el ecosistema se vuelve cada vez menos eficiente en su funcionamiento.
Se sabe que la degradación del bosque y de los ecosistemas naturales emite casi tantos gases de efecto invernadero como la propia deforestación. Además, la degradación conlleva a pérdida de diversidad y humedad, merma de funciones ecológicas (servicios ecosistémicos) y mayor inflamabilidad, aumentando el riesgo de incendios.
El punto de no retorno
Por culpa de las dos malas prácticas mencionadas anteriormente, la Amazonía está llegando al llamado punto de inflexión o punto de no retorno. Donde no importa que todavía no se haya deforestado por completo, donde no importa que aún queden árboles milenarios en pie, simplemente, la Amazonía dejará de funcionar de la manera en la que lo hace ahora. El bosque ya no liberará oxígeno, ya no regulará la temperatura, ya no evaporará agua.
En algún momento muy próximo, el bosque degradado no podrá volver a reponerse, y lentamente nuestros bosques tropicales comenzarán a secarse y perderán las características básicas de un bosque húmedo tropical. Las especies empezarán a adaptarse a un ecosistema más seco y la diversidad se reducirá.
¿De qué nos perderíamos?
Si la Amazonía llega al punto de no retorno, dejaría de brindarlos lo que necesitamos para la vida. No solo a su región o a nuestro país, sino al mundo entero. No solo a la flora y fauna de la zona, sino a la humanidad por completo.
Desaparecería gran parte del agua que alimenta las ciudades costeras de Sudamérica, pues los nevados en la cordillera de los andes que luego alimentan los ríos que bajan al océano, reciben parte de su agua de la evapotranspiración de los árboles de la selva; quienes bombean agua del subsuelo hacia el cielo, creando un flujo de agua mayor que el del río Amazonas.
Además, la Tierra herviría, pues este flujo de agua creado por la Amazonía, actualmente, funciona como un aire acondicionado que enfría la atmósfera y evita que el calor afecte al ser humano poniendo el peligro su supervivencia.
La Amazonía no es solo el pulmón del planeta, es también su corazón. Y llegado el punto de no retorno, no habrá nada que podamos hacer, no solo para salvar este increíble ecosistema, sino a nosotros mismos, a nuestros hijos, y al resto de la humanidad.
Aún podemos tomar acción, pero no podemos demorar más en tomar conciencia.
Si deseas leer más sobre este tema, explicado por Tatiana Espinosa en una entrevista, ingresa a: «No solo es la deforestación»: ¿por qué la Amazonía peruana se acerca a un ‘punto de no retorno’?, artículo de La República.