El árbol me enseña a ver el bosque

Por: Tatiana Espinosa y Rocío Espinosa

Durante los dos últimos años nos hemos dedicado a realizar investigación científica en un área de bosque primario en Madre de Dios, donde la biodiversidad es abundante. Habiendo tanto por investigar en el medio de esta exuberante jungla de vida, desde insectos, mamíferos, aves, reptiles, anfibios, hongos, lianas, arbustos, hasta palmeras y árboles, decidimos enfocar la atención en una especie de árbol, cuya majestuosa presencia se hace notar, pues su altura hace que su copa sobresalga de entre todas las demás. Se le llama árbol emergente, pues emerge hacia el cielo atravesando el dosel del bosque.

Son pocas las especies de árboles emergentes en el ecosistema amazónico (en comparación a todas las especies de árboles existentes). Se les conoce porque además de ser muy altos (llegan a los 60 metros de altura) algunos tienen un tronco de madera muy dura, tan dura que es difícil martillar un clavo en ella. Esta dureza se debe a una característica muy especial en estos árboles, y esa responde al tiempo que se pueden tomar en crecer. Ellos, que su madera es llamada “ironwood” en la industria, pueden demorar 320 años para llegar a crecer hasta un diámetro de 50 cm en su tronco (*). Esta longevidad nos deja perplejos, pues hemos encontrado árboles con diámetros mayores a 1,5 metros, que tendrían hasta 1300 años en este bosque. No son simples árboles, son complejos monumentos, máquinas vivientes que soportan la vida del ecosistema

En la selva de Madre de Dios se encuentran el Shihuahuaco (Dipteryx micrantha), la Quinilla (Manilkara bidentata), Anacaspi (Apuleia macrocarpa), Yacushapana (Terminalia oblonga), Castaño (Bertholletia excelsa), entre otros. Pero la investigación se centra en uno solo: el Shihuahuaco.

La dureza de su madera incluso no permite que ningún insecto lo penetre para alimentarse o hacer su nido dentro, siendo así imposible que las termitas se alimenten de esta madera. A finales del siglo pasado, en tiempos de explotación selectiva del cedro y caoba – lo que casi desaparece estas especies – no se contaba con tecnología suficiente para poder cortar a estos gigantes, pues la dureza del tronco hacía quebrar las afiladas cuchillas de los equipos de corte. Actualmente, la tecnología de incorporación de diamante a las espadas (cuchillas adiamantadas) ha permitido que un monumento de esta dimensión sea talado en solo dos horas.

Y a pesar de que en el bosque hemos encontrado pequeños hijos de estos árboles (en términos más específicos, sí existe regeneración natural), no hay evidencia suficiente de que estos estén siendo capaces de crecer como lo hicieron sus padres. Existen muy pocos árboles de mediana edad o juveniles que puedan reemplazar a los adultos en caso sean talados y continuar con la supervivencia de la especie.

Otro dato interesante en nuestros estudios es la densidad de esta especie en el área, la cual se ha determinado en 2 árboles por cada 3 hectáreas. En términos urbanísticos podríamos decir que por cada 3 manzanas de viviendas existirían 2 grandes árboles centenarios. Si los comparamos con las centrales de electricidad que nos brindan energía en la ciudad, o los pozos de agua que nos abastecen de agua potable en nuestras casas, podemos entender que si los tumbamos nos quedaríamos sin agua, sin energía en nuestros hogares. Lo mismo sucede en el bosque amazónico.

Y es así, como esta investigación científica sobre el Shihuahuaco, además de poder calcular su longevidad y densidad, también nos ha permitido conocer de cerca el rol que cumple en este ecosistema. Ellos tienen la capacidad de aportar al ciclo del agua en la amazonía, y que exista en equilibrio para beneficio de todo el planeta. El Shihuahuaco, y las demás especies emergentes proveen alimento y refugio a cientos de animales. Ahora sabemos que estos grandes árboles son como los nodos o “servidores” de una gran red natural del bosque, la wood wide web de la Amazonía.

Al refrán antiguo que dice el árbol no te permite ver el bosque habría que darle la vuelta y mirarlo desde el nuevo contexto actual.

El árbol me enseña a ver el bosque.

El árbol me permite ver la naturaleza y el medio ambiente desde otra perspectiva. Ya no desde la visión caduca de la mera obtención-extracción de los recursos que me ofrece la naturaleza, sino desde la visión de mi coexistencia, respeto e interconexión vital con ella.

(*) El diámetro de los árboles se mide a la altura del pecho, aproximadamente a 1.30 m del suelo. En el caso del Shihuahuaco, al tener aletas grandes, se mide por encima de estas aletas.

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