Por: Arvea Marieni
Por años, las alarmas de la desglobalización han pedido un retorno al aislamiento económico, político y social en el que los estados son sistemas relativamente cerrados y disfrutan de un amplio espacio para la autonomía en la toma de decisiones. En un contexto internacional ya exacerbado por el resurgimiento de las tensiones nacionalistas, el coronavirus ha ofrecido un pretexto conveniente para un creciente sentimiento anti-chino antes, y la expresión de una xenofobia más general ahora (la lucha es contra el virus «extranjero»). Sobre todo, la epidemia parece proporcionar argumentos para atacar tanto el liberalismo económico como el multilateralismo.
La rápida evolución de estos días demuestra lo contrario.
En un mundo profundamente interconectado, las soluciones aisladas ya no son posibles.
El cambio de ritmo entre Estados Unidos y Gran Bretaña y el mayor papel de coordinación y dirección que toma Bruselas hacia los Estados miembros, son signos claros de esta tendencia.
La crisis de salud en curso demuestra cómo no podremos dar lugar a esta u otras amenazas globales inminentes (principalmente la crisis climática y ambiental) sin intervenir profundamente en el comportamiento de las personas, en cambiar la estructura de nuestras sociedades y rediseñar la matriz energética y economía mundial. Este será un esfuerzo titánico. Todos saldremos diferentes.
Las soluciones se encuentran en la cooperación y coordinación global. Por ejemplo, en el caso de una pandemia, es necesaria la definición de protocolos sanitarios comunes, el intercambio de conocimientos, esfuerzos e inversiones para el desarrollo de materiales, la construcción de laboratorios y financiamiento para investigación y la definición de prioridades válidas para todos más allá del egoísmo individual, de los estados y empresas.
En el mundo de hoy, ayudar a otros es equivalente a ayudarse a sí mismo.
La globalización no es la causa de la crisis. Pero sí las distorsiones causadas por el fanatismo del libre mercado, la fe en el laissez-faire económico que llevó a la erosión de los salarios y los niveles de vida, la explotación no regulada de los recursos naturales y la ruptura del equilibrio climático, medioambiental y biológico de los ecosistemas del planeta. La globalización, por el contrario, es el camino para la reconstrucción coordinada de un sistema económico y de vida más sostenible.
Por otro lado, «The Guardian» nos recordó hace unos días, que la globalización no es irreversible. El mundo se ha embarcado en el camino de la desglobalización ya una vez, entre 1914 y 1945. No creo que sea necesario señalar cómo esas décadas coinciden con los horrores de dos guerras mundiales.
Tomado de: https://formiche.net/2020/03/coronavirus-la-cooperazione-e-necessaria/