Los que vivimos en Madre de Dios

Por: Augusto Mulanovich

Los que vivimos en Madre de Dios, en su gran mayoría, somos recién llegados. Solo los Ese’Ejas, Harambut, Yines, Machigengas, y algunos otros, son pobladores antiguos de estas tierras, los demás llegamos después, la gran mayoría en las últimas décadas. Vinimos de Cusco, Apurimac, Ayacucho, Japón, Puno, Arequipa, Tacna, Lima, Loreto, Pucallpa, Europa y EEUU. Lo importante no es de donde viniste, sino porque viniste a Madre de Dios.

Muchos, llegaron con hambre, con el estómago vacío, otros con sed de riqueza, y otros como yo, buscando encontrarme conmigo mismo, pero a la vez, atraído por la inmensidad y admiración de estos bosques, ríos y cochas, sus peces, sus monos, sus mariposas, sus jaguares, sus shushupes, sus sachavacas y ronsocos, y sus hermosos, majestuosos árboles, la lupuna, el ojé, el shihuahuaco, la castaña, y muchos, muchos más.

En Madre de Dios, vivimos divididos, los nativos contra los colonos, los mineros contra los agricultores y empresarios turísticos, los castañeros contra los madereros, los andinos contra los selváticos, etc. Somos pocos, y muy variados, pero nos peleamos todo el tiempo, por un palo, un puñado de oro, un pedazo de tierra. Muchos dicen que la minería debe desaparecer, debe ser erradicada. No estoy de acuerdo. No me parece realista. Pero lo que sí creo es que podemos hacer las cosas mucho mejor. Y no lo estamos haciendo. El oro será sacado, nos guste o no. Hay que hacerlo con el mejor cuidado. No usar más mercurio en el proceso, cerrar las minas, reforestar y restaurar, tratar a la gente con dignidad, sin prostibares (*), sin niños esclavos, sin sicarios que nos están matando. Y que la minería deje impuestos que sean usados para el bien de todos, para generar un futuro mejor.

Estamos matando el bosque y el agua, matándonos a nosotros mismos con el mercurio, el plástico y la gaseosa con cafeína y azúcar que la gente le da sus hijos para que no jodan. Hay los que venimos a Madre de Dios desesperados de hambre y de riquezas, otros que vemos el amor que esta hermosa tierra nos da. Muchos grupos cristianos existen en Madre de Dios, prometiéndole a la gente un pedacito del cielo. A la mierda con ese Dios, ese Dios cruel que te renta un poco de amor y te amenaza con el infierno, ese no lo quiero. Tenemos que vivir el hoy, y pisar y amar la tierra, la Pachamama, la que nos ha dado y nos dará todo, lo que somos y seremos, la que tendrán nuestros hijos. Vine de Lima hace dos décadas, a trabajar con guacamayos y mariposas, y me enamoré de Madre de Dios, donde crío a mis hijas. No sé si ellas querrán vivir en Madre de Dios cuando sean adultas, lo único que puedo mostrarles es mi amor por esta tierra, donde no nací, pero que me ha dado tanto y que le estaré agradecido hasta el día de mi muerte.

(*) Negocios de bar que esconden prostíbulos clandestinos, donde niñas son esclavizadas en servicios de prostitución.

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